Una historia inventada, ¿o
no?
Mario acaba de terminar sus
estudios superiores de una ingeniería de estas que te obligan a estar
prácticamente todos los ratos de tu historia académica hincando los codos hasta
el punto de que las ampollas, son el mejor reflejo de que no has
levantado el culo en los cinco años, si no son más, de la carrera.
¿Y ahora que?, le pregunta a
sus padres asustados ante los escandalosos datos de paro que arrastra el país,
hasta un 32 % en Canarias. Los padres, recordando cómo se hacía esto cuándo
había trabajo, y con muy buena intención le aconsejan; vete a dejar tus
excelentes resultados académicos por las empresas del sector. Él, cómo es lógico, ante la soledad y la necesidad
de aferrarse a cualquier consejo, resultado de todo fin de ciclo, les hace caso
y se va a por ello. Una semana le bastó para esparcir sus currículos por ahí. Con
esto de la crisis, cada vez son menos las empresas, y mucho menos las que te recogen
el currículo por las buenas, y es que claro, la Ley de Protección de Datos les
ha venido muy bien cómo excusa para emplazarte a enviar un correo electrónico.
Sí, ése invento que lo único que agiliza es las ganas que tiene uno de mandarlo
todo a la mierda.
Entonces pasan las semanas,
los meses y hasta incluso un año y ni una sola llamada alentadora. Ni un solo
intento de poder optar a un trabajo en el que poder poner en práctica todo
aquello que tanto esfuerzo le costó aprender en sus años de universitario,
nada, absolutamente nada.
Cuándo uno busca trabajo,
primero le embargan las ganas de comerse el mundo, estás abierto a escuchar
todo tipo de consejos; que sí haz el currículo de esta manera que sí hazlo de
esta otra, pero cuándo pasa el tiempo, ya no escuchas, el pesimismo te invade y
ya comienzas a pensar en que no hay salida, no hay solución. Y no, no tienes
trabajo, de momento no eres útil para esta sociedad, los años de estudio, han
sido en balde ó al menos es lo que en ese momento piensas.
Mario es un personaje
ficticio pero, desgraciadamente su historia la viven miles de jóvenes de nuestro
país, se podría aseverar que es una historia real en un personaje inventado. A
muchos de ellos, a los jóvenes los único que les queda es emigrar, tal y como
lo hicieron nuestros abuelos, tal y como, por otros motivos lo hicieron a bordo
de barquillas miles de inmigrantes africanos en otra época. Paradojas de la
vida, ahora parece que hasta los echamos de menos, a lo mejor no a ellos,
seamos sinceros, pero sí al tiempo en el que aquí habían oportunidades.